Solo ante los dioses claudicamos los locos, los ilusos, los rebeldes, los poetas, los proscritos. Atesoramos más sueños que monedas, más derrotas que glorias, más estrellas que feudos. No nos rinden filibusteros ni nos compran mercaderes ni nos cautivan codicias. Somos mucho porque tenemos poco.
Somos peregrinos tenaces, hijos del alba, dueños del sol y del viento, del tiempo y de nosotros. Preferimos un beso a una joya, una caricia a un imperio. Somos invencibles. Solo pactamos con la muerte y solo tememos a la estupidez, de la que nos libren los dioses por los siglos de los siglos.
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